Las mates , abstractas pero no tanto
“¡Profesor, no entiendo nada!” Lamentablemente esta suele ser una de las frases más recurrentes y dolorosas a la que tenemos que enfrentarnos los profesores de matemáticas en más ocasiones de las que nos gustaría y que nos puede llenar de frustración momentánea. Superado el desconcierto inicial que nos produzca debemos resolver el problema y ayudar al alumno.
En algunos casos puede responder simplemente a una falta de comprensión de un concepto matemático concreto manifestado de una forma un tanto melodramática. En este caso la cosa no es tan grave. En otros puede ser síntoma de algo peor y es que el alumno no es capaz de relacionar y entender conceptos que se suponen ya aprendidos o para qué sirve todo aquello que tanto esfuerzo le lleva estudiar.
Ambas razones impiden un correcto aprendizaje, sin embargo la segunda es más peligrosa y debe hacer saltar todas las alarmas del profesor puesto que puede llevar a la desconexión del alumno primero y al desinterés por la asignatura después.
De ello me di cuenta en una de mis primeras clases como profesor en la que un alumno después de una explicación en la que parecía haberlo comprendido todo me dijo “¿esto para qué sirve?”. La pregunta tan directa como inocente, supuso sin quererlo una reformulación de mis planteamientos con la asignatura.
Despertar la curiosidad, clave del aprendizaje
Mi alumno tenía razón. Los profesores, arrastrados por programas educativos excesivamente teóricos y en muchos casos ilógicos desde un punto de vista pedagógico, nos centramos en llenar las cabezas de nuestros alumnos de contenidos y más contenidos y nos olvidamos en muchas ocasiones de darles alguna pincelada práctica y de contarles siquiera por encima para qué sirve todo aquello. Es como enseñar a alguien como se maneja una complicada herramienta con profusión de detalles pero omitir decir para qué sirve.
La enseñanza de la asignatura podría y debería reforzarse en este aspecto, primero preguntarnos cuál es el fenómeno o problema a estudiar y luego la forma de abordarlo y cómo las matemáticas nos ayudan a conseguirlo. Esto se hace más importante si cabe hoy en día en que los chicos buscan respuestas satisfactorias a sus porqués y ya no les valen argumentos como el famoso “de momento créetelo” tan socorridas y efectivas en otros tiempos. La falta de comprensión del objetivo final de todo aquello que se está estudiando puede llevar a un alumno potencialmente brillante hacia la peligrosa rampa del desinterés y la desmotivación.
Las herramientas que nos aportan las matemáticas nos permiten comprender el mundo que nos rodea y establecer modelos de previsión y decisión. La física, la química, la medicina, la ingeniería, la economía… cualquier disciplina necesita de unos modelos matemáticos que nos ayuden a entenderlas. Entonces ¿tan difícil es contar brevemente al principio de cada tema algunas aplicaciones prácticas de lo que se va a ver a continuación? ¿Cómo es posible que no transmitamos a nuestros alumnos algunas de las necesidades que han dado origen a las matemáticas y hacerlas un poco más atractivas?
Introducciones a los temas que despierten el interés, explicaciones integrales con ejemplos prácticos que ellos puedan entender y un uso justo del componente teórico harán más fácil y motivante para ellos una asignatura que llega a adquirir niveles de abstracción y dificultad muy notables en los últimos años de enseñanza secundaria y bachillerato.
Sin duda este es un punto sobre el que los profesores deberíamos reflexionar para hacer de las matemáticas la asignatura favorita de los alumnos en vez de la más aborrecida.